Any dessert Mrs?

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Es raro que me resista a un postre. Al menos es raro que me resista a leer la carta, que generalmente me tienta con algo, sobre todo cuando se trata de verdaderos postres. No me seducen para nada aquellas cartas que traen una selección de tortas para elegir; esos para mi, no son postres.

El postre al igual que el plato principal tiene que tener personalidad propia, justo equilibrio y diversas texturas que se puedan ir descubriendo entre bocado y bocado. Debe tener un componente principal, una guarnición que lo complemente, una salsa o coulis y un algo que lo decore. Pero falta un detalle; además de toda esta técnica, tiene que ser rico.

Generalmente acepto la sugerencia del mozo, sobre todo cuando la falta de iluminación del lugar me impide leer la carta cómodamente.  A veces me va bien con los gustos ajenos, otras veces no tanto, pero cuando pronunció “pistachos”, la sola mención fue suficiente para tentarme y mi afirmación fue rotunda. 
Lo que llegué a leer de la carta parecía interesante, sobre todo, porque tenia una identidad marcada, ya que eran postres occidentales todos con algún ingrediente oriental, que de alguna manera enfatizaba la fusión ente las dos culturas, considerando que me encontraba en un restaurante japonés. 

Pistachio Kabosu Yuzu. Así se llamaba el postre que logro captar todos mis sentidos. Tanto el kabosu como el yuzu, son dos frutas procedentes de Asia; la primera parecida al limón sutil y la segunda es una especie de pomelo en miniatura. El semi fredo de Kabosu junto con el merengue de yuzu y el helado de pistacho posaban sobre un gelatinoso almíbar cítrico. El detalle era una tulle crocante que coronaba la elaboración junto con un par de popcorns salados que le dieron el toque sonoro al plato. 

No sabía en qué parte del postre iba a posar la cuchara primero. Lo disfrutaba con la mirada mientras la boca se me hacia agua. Me daba pena desarmar esa pequeña obra de arte que había sido montada sobre un generoso plato hondo, con una delicadeza absoluta, cuidando que cada preparación tuviera  protagonismo propio.

El veredicto final lo daba el sabor, como siempre. ¡Qué difícil es explicar esto! Que difícil es explicar  sensaciones que se funden y desaparecen tan rápido. Eso es el postre para mi: un pequeño placer efímero que  tiene la virtud de regalarnos el dulce que necesitamos algunos, para neutralizar los sabores salados. Es el broche de oro, el cierre, el final. Es la ultima sensación que nos llevamos de una comida y, por ser la ultima, es tan importante que sea buena y sabrosa.





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