No existe profesión, vocación o tarea en esta vida a la que no debamos agregarle amor y pasión para que el resultado final sea exitoso, gratificante o delicioso.

“No hay amor más sincero que el amor a la comida” George Bernard Shaw

Cocinar es un acto de amor. Batir, poner las manos en la masa, flambear, cocinar galletitas, decorar una torta, armar una ensalada o hacer un sencillo huevo pasado por agua  son preparaciones que necesitan de esa “cosita loca llamada amor”.
Para que el pan leve, el soufflé se infle y el flan se cocine a punto de caramelo, no sólo hace falta tener una buena receta a mano, sino que además se necesita del condimento infalible, mágico y casi indescriptible, que nos asegurará el verdadero éxito: amor

“La cocina es alquimia de amor” Guy de Maupassant

Hay quienes cocinan sólo por placer y otros que deben hacerlo todos los días, y es esa la rutina que a veces fastidia. Pensar en el menú de cada día y el no saber qué hacer o qué inventar para dejar a todos felices y contentos, es a veces una tarea agotadora. Por eso en este caso el amor necesita ayuda de la picardía y del buen humor. La primera es la que nos va a animar a dar vuelta una receta, a cambiar los ingredientes a gusto (siempre que se pueda) o a jugar con las cantidades y los sabores y así podremos tener nuestros propios secretos de cocina. El resultado final, el gusto, el sabor, los aromas y hasta el animo de los comensales y el propio, depende del humor que hayamos puesto al cocinar.  Si transformamos esa obligación en diversión, el deber en placer y el trabajo en un juego, habremos transformado también la verdadera esencia de la cocina.

“No se puede cocinar bien si no se pone en ello el corazón, dado que , por encima de todo se trata de que reinen en torno a la mesa sentimientos de amistad y de fraternidad”   Fernand Point

“Emocionar antes que alimentar”

La cocina es sin dudas el lugar más cálido de una casa, literal y metafóricamente hablando. Los encuentros, las charlas y las confesiones que en ella se generan están rodeadas por un entorno acogedor. La cocina atrae, despierta curiosidad y el simple aroma de un caldo tiene un deleitoso poder de convocatoria. La verdadera alquimia se da cuando a través de un plato no sólo queremos alimentar sino emocionar y despertar sensaciones. El silencio que se crea en una mesa es revelador; abre lugar a las percepciones, a las emociones y a los recuerdos más remotos. Cuando cocinamos, a cualquier nivel, somos capaces de emocionar con un simple plato de comida, con un postre preferido o con una presentación artística.
Cuando cocinamos, entregamos, ofrecemos, nos brindamos. Sin querer, estamos convidando más que un plato sabroso o un conjunto de aromas esenciales. Detrás de una preparación hay tiempo, hay espíritu, hay dedicación y elaboración. También hay entusiasmo, creatividad y misterio. ¡Qué desprestigiada está la cocina de todos los días en estos días! Y la excusa no debiera ser la falta de tiempo. Cocinar es una tarea muy amable, puede ser tan sencilla y tan sofisticada a la vez; todo depende de cómo la queramos encarar y por sobre todo saber que, si le ponemos amor, transmitiremos amor!

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