Mirar la vida en perspectiva

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Cuando viajo en avión, me encanta sentarme del lado de la ventilla. Me hipnotiza, me transporta. Juego, le busco forma a las nubes, me imagino que estoy literalmente sobre un colchón de nimbos esponjosos. Miro, busco, pienso, me imagino corriendo, flotando, y cuando veo algo más que nubes, tomo conciencia visual de la inmensidad, de las magnitudes, de las dimensiones y las proporciones. Es ése el momento en el que logro mirar la vida misma desde una altura y una perspectiva que me cambian la óptica existencial.

Mi mejor experiencia en las alturas, fue la vez que volé en globo sobre Napa Valley. Recorrí viñedos y los aprecié desde una distancia solemne y silenciosa. Eso se siente cuando se vuela en globo: un silencio sepulcral, casi como si uno estuviera conectado al vacío. La ausencia de ruidos repentina, potencia la vista y cuando tomamos distancia de las cosas, paradójicamente, logramos verlas mejor. Esa distancia, nos ayuda a tomar decisiones, a mirar más claro, a entender mejor algunas cosas y también a aceptar los misterios que tiene esta vida. Nos hace reflexionar acerca de lo diminutos que somos y cómo a veces hacemos un mundo por temas insignificantes que mirándolos desde lo alto, se hacen casi irrelevantes.

Cuando tomo distancia y regreso, cambio los muebles de lugar, vuelvo con la cabeza más despejada, las ideas más claras y mi escala de valores tiende a reacomodarse. Es un aterrizaje forzoso a reconsiderarme, a replantearme y también a reinventarme. Pero lo mejor de todo, es que me convenzo de que la vida mirada en perspectiva, toma matices distintos y tantos colores diferentes como el de los globos que volaron esa mañana conmigo. Una experiencia inolvidable que sin dudas recomiendo para mirar la vida desde otras perspectivas.


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